martes, 17 de marzo de 2009

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Cuando vi a mi hermana Libertad no la conocí. Me contaron muchas cosas, entre ellas que mi padre biológico había muerto teniendo yo poco más de un año y que quien yo conocí como padre, Francisco Peña, era el de mis seis hermanos más pequeños, que se había casado con mi madre, siendo ambos viudos. Mi padre murió de cólera, al mismo tiempo que mi madre dio a luz a un niño, que también murió y al que metieron en la misma caja.
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A mi padre Francisco Peña no lo mataron, pero le dieron unas terribles palizas. Una de mis hermanas tuvo que sacarle de la espalda las tiras de la camisa con unas pinzas. El guardia rural "El Polaco" también le pegó. Además de lo mucho que lo maltrataron, le obligaron a salir de costalero bajo un paso de Semana Santa. Mi padre fue un hombre que nunca se metió en nada, a veces estaba cuatro o cinco meses sin ir al pueblo. Al que si asesinaron fue a su hermano, Joaquín Peña, cenetista y un hombre muy tranquilo.
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Unos falangistas, cuyo jefe apodaban "El Volante", formaron una cuadrilla a caballo y a los que detenían para asesinarlos decían que les daban un paseo.
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Mis padres, con mi hermano mayor y los demás hijos pequeños, se quedaron en el rancho. Un día mi hermana mandó a los más pequeños, Germinal y Progreso que tendrían entre cuatro y seis años, con un poco de ropa y comida para Alfonso, que estaba escondido en un vallado. La "cuadrilla" los sorprendió y empezaron a gritar "¡sal de ahí, hijo de puta, que te estamos viendo!" al mismo tiempo que disparaban de izquierda a derecha. No se volvió a saber nada más de él. Mi hermana pensó que debían de haberle matado en aquel vallado.



["Pepe" Garrido Acevedo y "Paco" Garrido Acevedo, militantes de la CNT de Utrera]


De mi novio Roque, me contaron que su hermana, que vendría entonces unos diez años, un día fue al cuartel de la guardia civil, donde le tenían detenido, a llevarle algo de comer y al llegar vió cómo le sacaban con un ojo fuera y la lengua partida. Al volver a casa se metió en la cama y murió dos días después, sin poder superar la impresión de ver así a su hermano.
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Tres semanas estuvieron sacando de Utrera dos camiones con sesenta personas, que llevaban a un pinar cercano. A los que llevaban de madrugada los dejaban allí todo el día y a los que llevaban por la noche los dejaban hasta el día siguiente. La que más tarde sería mi suegra fue testigo presencial de los hechos, ya que se dedicaba a recoger carbonilla por aquel lugar.
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De los amigos de mi novio, a Felipe lo mataron con su padre. También mataron a Catalina, que era muy joven, y a quien dijeron "a una de las dos tenemos que matar", refiriéndose a la madre y a al hija. Catalina contestó "matadme a mí, que mi madre tiene dos hijos a quien criar". Las mataron a las dos. Las llamaban las "Sandovalas" y vivían en la calle San Fernando. Igual suerte corrieron una mujer que vivía en la calle Santa Clara, socialista, y otra con su hijo de quince años, gitanos, porque no quisieron decir dónde estaba su hermano mayor, que no tenía nada que ver con sindicatos ni con nada.
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También recuerdo a otra mujer, a la que llamaban la del "ojo renublado", y a la que quitaron un niño de pecho para matarla. También a dos hermanos a quienes llamaban "Los Alcobas", salvándose su hermana por haber huido, como yo, a la zona republicana. Mataron a Mariquita Borrego, a quien sacaron de la cama para darle el paseo. Mataron a Concha García , con su marido, cerca de la era de Mescardeña. Mataron a otra mujer cuyo marido habían cogido y a quien prometieron que si decía donde estaba su mujer a él no le pasaría nada. La fatalidad tiene a veces cosas increíbles. El 24 de abril de 2.003, supe quien era esta mujer, entregada por su marido. Se llamaba Antonia Alonso Rodríguez y era tía de una de mis cuñadas, hermana de su madre, y la mataron con su hermano.
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De mi grupo artístico no quedó nadie. Todos fueron asesinados o muertos en el frente o después, en Francia, luchando contra los alemanes.
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También supe de cuatro hermanos, tres de los cuales fueron fusilados quedando solo uno. A este último supe el día en que yo entré en el Ayuntamiento que le tenían allí detenido y le pegaron tanto que murió poco después. Les llamaban "Los Litres". El muchacho que fusilaron  al principio de la guerra contra la pared del "Hospitalillo", según cuento más arriba, era hijo de uno de ellos.
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De nuestros animales la vaca se la dieron a los Salesianos, las dos mulas no sé qué fue de ellas, y la yegua, fue a parar a manos de un ranchero cuyo hijo se casaría mas tarde con una de mis hermanas. Este me contó que la "cuadrilla" obligaba a los rancheros a ir con ellos a la caza de los que huían. No paraba de repetir "que gente tan malita".

(...)



1 comentario:

Carmen dijo...

Una historia dura. La vida ha cambiado tanto , afortunadamente.